El sufrimiento a partir del libro de Job

Por Andrés Manzanares Rojas
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La historia de Job se puede ubicar en la época patriarcal. Se cuenta que tenía 11 hijos y era un hombre muy adinerado. El relato bíblico contiene un registro de sus riquezas: siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas yuntas de bueyes, quinientos asnos y muchos criados. Era un hombre con buena posición económica y social, “el más grande entre todos los orientales (Job 1)”. Su familia llevaba una vida tranquila, sus hijos tenían poco por qué preocuparse y su entorno era muy familiar. Job era un hombre que procuraba conducirse bien delante de Dios, era un sacerdote para su familia y tenía una vida de devoción privada constante. Podría decirse que tenía lo que muchos desean en este mundo: una vida económicamente resuelta y paz en el corazón. 

Pero al leer su historia, rápidamente, podemos advertir que no reúne solo acontecimientos terrenales. De repente, lo que acaba de comenzar en la región de los hombres con “hubo en la tierra de Uz un varón llamado Job” se traslada al recinto mismo de Dios. Se celebra una especie de comité divino y Satanás se las arregla para estar allí. “Un día vinieron a presentarse delante de Jehová los hijos de Dios, entre los cuales vino Satanás”24. Parece que en la tierra las cosas no andan muy bien y ambos lo saben. Satanás tiene necesidad de darse una vuelta por la tierra para saber cómo va todo y Dios está sentado en su trono y sabe el estado de todas las cosas. La conversación gira en torno a Job y su fidelidad a Dios. Es un hombre tan fiel que su fidelidad molesta a Satanás y nada le haría más feliz que verlo maldiciendo a Dios. Para Satanás, Job es simplemente uno de tantos que ante la primera dificultad va a renegar contra de Dios. Cree que Job no soportaría la congoja de sus pesares y al verse acabado se inclinaría ante el resentimiento, el rencor, la tristeza y la desesperación. ¿Cómo reaccionaría Job si se le quitara todo lo que tiene?, ¿Está su confianza en las cosas o en el Dios de las cosas?

A primera vista la historia de Job nos puede parecer desconcertante. Parece un desafío entre el bueno y el malo. Dios está “jugando” a ser Dios. Presume a sus mejores súbditos delante de su enemigo y accede para que  experimenten sufrimiento y de esta forma probar que siempre ha tenido la razón. Sin embargo, una conclusión así no se acerca al Dios de la Biblia. El carácter de Dios se puede conocer a partir de una articulación de las escrituras, entendemos la biblia a través de la biblia. Creemos que ha sido dada por Dios, que es inspirada y nos revelan su carácter.

Lo que siembras cosechas

Hay un aspecto misterioso en el libro de Job, que parece no dejar indiferente a quien arroje su mirada por las páginas bíblicas, relacionado con la justicia de Dios. Si los juicios de Dios son perfectos hay una especie de justicia retributiva que es perfecta y todos podemos esperar. Hablando de este tema el apóstol Pablo escribió que Dios pagará a cada uno según sus obras (Romanos 2:6). Esta no es una doctrina propia del Nuevo Testamento. En Deuteronomio 28 hay un esquema básico de esto. Si eres obediente a Dios (…) vendrán sobre ti todas estas bendiciones. Si desobedeces (…) vendrán sobre ti todas estas maldiciones (…). Este es un contrato otorgado por Dios. Si te has “portado bien”, entonces tienes el derecho de exigir que el otro extremo cumpla con su parte del trato.  

Un padre le dice a su hijo: “Si te comportas bien hoy te compraré una paleta”. Luego cumplir con la condición ¡el niño va a exigir su paleta! Debes cumplir con tu parte del negocio: así funciona. Si el padre no cumple con su parte del trato el niño va a llorar, quizá grite un poco o arme un berrinche. Lamento decir que, exactamente, así actuamos muchos de nosotros cuando exigimos que por nuestro buen comportamiento Dios cumpla “su parte del trato”.

 ¿Cuál fue el pecado de Job?

Siguiendo esta idea, la única conclusión a la que podríamos llegar es que si algo malo le aconteció a Job fue por causa de algún tipo de desobediencia. Esto pensaron los amigos de nuestro protagonista: si había caído en la quiebra es porque “algún pecadillo oculto tendría por ahí”. Desde esta perspectiva, a “la gente buena” no le pueden suceder cosas malas. Un ejemplo de esto puede verse en la afirmación de uno de los amigos de Job: 

 Si tú dispusieres tu corazón, 

Y extendieres a él tus manos; 

Si alguna iniquidad hubiere en tu mano, y la echares de ti, 

Y no consintieres que more en tu casa la injusticia,

 Entonces levantarás tu rostro limpio de mancha, 

Y serás fuerte, y nada temerás; 

Y olvidarás tu miseria,

 O te acordarás de ella como de aguas que pasaron

Job 11:13-16

Pero, la historia de Job no se basa en la retribución por obras, su historia no nos enseña que estuviera sufriendo las consecuencias de malas acciones. Así que, las razones de su condición tienden a generarnos nuevas preguntas.

¿Está Dios corrigiendo a Job?

En la antigüedad todo vaso corría el riesgo de ser quebrantado. El profeta Jeremías es conocido por su famosa analogía entre el vaso y el alfarero (Jeremías 18). Podríamos ver esto como una especie de justicia correctiva. C.S Lewis dijo que el dolor es el megáfono que Dios utiliza para decirle al mundo que algo anda mal. Si vas por un mal camino, Dios tiene el derecho de corregirte de la misma manera que un padre corrige a su hijo. La corrección se basa en el amor y no en el odio, su propósito no es destruir.

Pero la historia de Job tampoco parece basarse en este tipo de justicia correctiva. Al leer el libro de Job no encontramos ninguna razón para que el personaje sea castigado. Seguramente no era perfecto, pero el prefacio del libro deja entrever que si era todo lo que Dios pudiera esperar; el carácter de este hombre parece estar a la medida de los profetas.

Un misterio

Esta historia se trata simplemente de un hombre justo que pierde todo lo que posee. Si experimentásemos su historia la mayoría habríamos perdido la cabeza. La historia de Job parece exagerada, muchos males caen sobre un hombre en un espacio de tiempo muy corto, casi que raya en lo hiperbólico. Esta historia nos enseña lecciones profundas: es fácil ser fieles a Dios cuando todo anda bien, pero no siempre el creyente más fiel es el más próspero. Job le reclamó a Dios: “Prosperan las tiendas de los ladrones, y los que provocan a Dios viven seguros, en cuyas manos él ha puesto cuanto tienen” (Job 12:6).

Job alaba a Dios

Si todo esto nos parece un abuso de parte de Dios, qué podríamos decir de la actitud de Job. Primero, pasa por un proceso de duelo procediendo conforme a la costumbre: Job rasgó sus vestiduras y rasuró su cabeza (Job 1:20-22). Como un ser humano afectado por el dolor lloró. Pero luego de esto hay un cambió en la actitud de Job y esto se fundamenta en la esperanza trascendente que él tenía. Vemos a un hombre que literalmente empieza a levantarse de las cenizas, asumiendo que Dios era el dueño de todas sus cosas y él un simple mayordomo. Además, su señor podía cuidar sus asuntos o desentenderse de ellos cuando quisiera, y, acto seguido, hace algo que ha desconsolado a los críticos de la biblia por mucho tiempo: ¡Adoró a Dios! Ahora recordemos el versículo 8 del capítulo 1: “¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal?”. Yo puedo juzgar equivocadamente el carácter de otro, pero Dios no se equivoca cuando habla acerca de alguno de nosotros. Después de todo, Job era un hombre a la estatura de lo que Dios había dicho.

Los amigos de Job

Creo que los amigos de Job eran buenas personas, vinieron desde muy lejos para consolarle y permanecieron varios días junto al convaleciente sin decir una sola palabra. La Escritura dice: “Durante siete días y siete noches estuvieron sentados en el suelo, haciéndole compañía. Era tan grande el sufrimiento de Job que ninguno de ellos se atrevía a decirle nada” (Job 2:13 TLA). 

Pero estas buenas personas tenían un concepto de la justicia basado en la retribución, por lo cual terminaron condenando a su amigo Job. Desde el primer momento de su visita. Ellos, seguramente, hablaron en el camino sobre los sufrimientos de su amigo y formaron una conclusión preconcebida: Job se había portado mal con Dios y Dios lo había castigado. Tal vez era ese tipo de justicia correctiva, para no ir tan lejos o una justicia retributiva si había hecho algo demasiado grave. Ningún hombre inocente sufre, pensaban ellos. Cuando Job se negó a reconocer explícitamente algún pecado se molestaron como quien se siente con alguien que desprecia la ayuda por orgullo, aunque sabe que la necesita. Job y sus amigos discuten sobre sus desgracias, pero desconocen el aspecto divino de estos acontecimientos; no lo saben porque ha ocurrido en el cielo.

Dios no juega a los dados 

Al final ni satanás conoce la razón del sufrimiento de Job. Simplemente cree haber inducido a Dios para permitir que pudiera hacer sufrir a uno de sus hijos; cree estar en una competencia con Dios y que puede demostrarle cómo se ha equivocado. Pero Dios no está “jugando a ser dios”. Así que  la enseñanza del libro es esta: Dios sabe algo sobre esta historia que ninguno de nosotros ha logrado saber; Dios sabe algo acerca de lo que te sucede que tú mismo no puedes saber. Aun así, no debemos culpar a Dios por las cosas que no entendemos, porque en este mundo no tendremos todas las respuestas que quisiéramos. Job nunca obtuvo una respuesta del porqué de su tragedia, pero mantuvo su fe intacta en Dios, porque conocía que Él es bueno, y en las mayores dificultades esta presto a oírnos y consolarnos: Él está con nosotros.

© 2023, Todos los derechos reservados. Este artículo es tomado del libro "Firmes en la fe - Cerrando la puerta a la incredulidad", escrito por Andrés Manzanares. 





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